lunes, 26 de septiembre de 2016

el camino

El camino de la vida nos lleva por parajes insospechados. Estos caminos me llevan por caminos que no quisiera recorrer. Algunos de ellos incluso me niego a pasar por ellos, porque me duele el alma. Algunos caminos me hacen sufrir.

He entendido que:
" Nunca en el breve tiempo de un dia
madura el fruto, ni la espiga grana,
el que con fe lucha y persevera
los mas grandes obstaculos allana".

Aunque algunos caminos con mucho tropiezo no los quiero pasar, me enseñan.... hoy he aprendido -de una dura manera- lo que es, por amor, anteponer a los demas antes que a mi.



sábado, 8 de junio de 2013

Ardid del Tiempo

Un ardid del tiempo: el mañana se opaca por la historia del ayer, y me envuelve en una maraña de sentimientos y proyecciones en el hoy.

Me veo en una encrucijada desde donde, lo que miro, me lleva por senderos desconocidos pero seguramente complejos. ¿Qué hacer? Me pregunto. No lo sé. Bueno, no es tan exacto ese “no lo sé”. Sin necesidad de escudriñar demasiado en mis pensamientos, se que debería hacer. Darme la vuelta y no volver atrás. Tan simple como eso. Caminar, y deja que el viento se lleve ese hoy efímero. Y verlo así, como un soplo de viento pasajero. Si tan solo iniciase el recuento racional de por qué debería de dejarlo ir, empiezo a acumular en demasía razones que justificarían esa decisión. Es lo más sensato, es lo más sabio, es lo “correcto”, es lo mejor para todos, es lo que nos ahorraría un daño a todos los que, sin querer y los que queremos,  puede dejarnos huella. Nadie entendería el cómo, el cuándo, el por qué. Nadie. Ni yo mismo lo entendería. Las secuelas colaterales podrían llegar a tener envergaduras de difícil acepción, y dejarían de ser colaterales para convertirse en primordiales.

Todo mi raciocinio me implora que me retire. Entonces…. ¿Por qué tengo esa sensación que nace desde un lugar en mí ser íntimo que me dice que no lo haga? ¿Por qué mi inconsciente me grita que no me de la vuelta? ¿Por qué? Es tan sencillo entender todas las razones por las cuales no debería seguir ni tan siquiera evaluando la decisión, y darme la vuelta y correr para nunca volver a pisar dichos lares. Como si no me diera cuenta que ni tan siquiera el sendero posible es llano; todo lo contrario. Ni siquiera depende de mí. Depende que alguien más tome una decisión, que un tercero la acepte, implica que yo también tome una decisión y que un tercero la acepte, que luego, un sinfín de cuartos y quintos y quien sabe quiénes más lo acepten, o por lo menos, no lo empañen. Tan claro es el camino que me cuesta entenderme; no termino de aceptar como, pudiendo vislumbrar tan cerca la bruma que se levantaría de lo farragoso que se tornaría el andar, mi yo interno me dice que no siga mi racionalidad. ¿Cómo es posible que, viendo todo lo que puede darse, mi inconsciente me diga lo que me está diciendo?
Suspiro, me levanto, miro al vacio fijamente, cierro los ojos, y me traslado a esa noche mágica. Sin darme cuenta, tengo dibujada una sonrisa en mis labios, al tan solo iniciar a recordar esa ¿noche? Desde el inicio no fue fácil. Tuvo alguna pequeña dificultad el poder verla.

El camino que lleva a su hogar lo tenía bastante claro, a pesar que hacía varias lunas que no lo recorría. Al acercarme a su casa, empecé a sentir como se aceleraba mis palpitaciones. ¿Y si no estaba lista? ¿Y si en el último momento me decía que estaba indispuesta y que no podría ir ya? ¿Y si, al abrir la puerta, aparecía en un vestido negro, sobrio, como reaccionaria a ello? ¿Podría disimular? ¿Debía darle algún cumplido al verla? Pero, ¿y si lo tomaba erradamente? Al llegar me plante ante el pórtico finamente tallado en piedra que da el ingreso a su casa. El remarco de piedra da una antesala para un portón de madera de dos hojas, con un medio arco en su parte superior y una pequeña ventana por donde atisbar a los visitantes. Toco la campana, y en unos segundos escucho movimiento dentro de la casa y un lejano taconeo, lo que me hace pensar que se acerca la puerta. Abre, y el farol que cuelga del techo, con su tenue luz, me hace dar un paso atrás para poder ver como se perfila su silueta. La luz no me deja verla en su totalidad, pero puedo ver que lleva un vestido negro –sobrio-, si mayor adorno para no opacarla, unos tacones negros, un pequeño bolso en su mano, y de adornos únicamente lleva unos aretes que brillan tenuemente a luz. Difícil no decir nada, pero sabía que no debía hacerlo. Al darle el beso de saludo, pude percibir un aroma a primavera; un perfume que, sin ser muy llamativo, permitía sentir un aroma a juventud, frescura y alegría en ella.

Nos dirigimos a donde debíamos ir. Es curioso, hay detalles que se escapan de mi memoria, y es porque no los considero relevantes. No recuerdo hacia donde íbamos, pero sí que estaba en su compañía. Para llegar al primer destino, era menester caminar en un camino empedrado, rodeado de cultivos de café en ambos lados. La noche estaba oscura, y la luna estaba oculta tras las nubes. Luego de unos pocos minutos, decidió quitarse los zapatos para no caerse. Me tomo del brazo, y me permitió ayudarla a llevar los zapatos. No se cuento tiempo transcurrió, pero me sentía extasiado de poder caminar, junto a ella, de una forma tan natural, tan simple, tan sencilla, sin complicaciones, en medio de la oscuridad rota eventualmente por algún destello de luz. Llegamos a nuestro destino. Luego de un rato, pudimos colocarnos en una esquina, al fondo del jardín. No recuerdo cuanta gente había, ni quiénes eran, ni por que estaban allí. Lo que quería era escucharla. Platicamos, conversamos, reímos, nos hicimos confesiones y nos dimos ánimos. No sé cuánto tiempo transcurrió. El tiempo, como siempre, es tan corto y tan longevo. El tiempo que transcurrió fue el suficiente para ver un atisbo del alma del otro. Cuando nos dimos cuenta, éramos casi los últimos. Partimos, sabiendo que los que salíamos no eran los mismos que ingresaron. Durante la conversación, se rompió el velo que cada uno tenía y pudimos vernos al cerrar los ojos. Cuando su mano tomo mi brazo, lo supe. Lo sentí; no fue necesario mediar palabra alguna. Lo sentí.

Caminamos sin rumbo, platicando de la vida, de ella, de mí, de los demás, de ellos, de nosotros, del mundo, y de cuanto tema pudimos. Bailamos. Antes de partir, las nubes se habían disipado, y la luna estaba en su apogeo. Nos dirigimos a la plaza mayor. Me permitió cargarla para que ella ingresara a ésta. El tomarla en mis brazos, cargarla, sentir como se colgaba de mi cuello, no por inseguridad sino por deseo, sentir como su rostro se escondía en mi hombro pero sabía que estaba sonriendo y gozando el momento, me hizo darme cuenta que en mis brazos postraba una Mujer con todo lo que la palabra implica. Una mujer que no le ha sido fácil todo en la vida. Ella ha sufrido desde muy joven, lo que ha hecho que valore más que otros la vida, los momentos, lo que tiene y lo que no tiene. Una mujer que cuando decidió ser madre lo acepto con todo y lo que ello implicaba, sin saberlo en su justa dimensión, pero se hizo esa promesa y la ha cumplido como toda una mujer. Esa mujer que decidió valerse por sí misma, y de madrugada repasaba, con un bebe en brazos y un libro en el otro, la lección del día siguiente. Esa mujer que decidió proseguir con el emprendimiento de la familia, y gracias a su esmero lo ha llevado a buen término. Esa mujer que, un día dijo que quería conocer el mundo, e inicio la travesía por los océanos, sin nunca olvidar de donde viene, quien es ni a donde desea regresar. Esa mujer que sabe lo que es cuidarse, y se preocupa por ella misma más no por vanidad sino por salud. Esa mujer que, posee un cuerpo envidiado por muchas y que sabe cuando ocultarlo y cuando dejar entrever el esbozo de la dicha que la naturaleza pinto en ella. Esa mujer que, así como se va de fiesta, se levanta al alba para atender sus responsabilidades elegidas libremente y que con templanza, dice un no o un sí. Esa mujer que llevo en mis brazos y a quien empiezo a ver como tal: Mujer.

Detenemos el caminar junto a la fuente. Varias luces bailan y se reflejan en el agua. La música de fondo envuelve el ambiente. Los fuegos artificiales surcan el cielo, y podemos ver, tomados de la mano, como las luces rompen la oscuridad y pintan por unos leves instantes figuras, sueños, emociones. Conforme el espectáculo se acerca al final, escuchamos la novena sinfonía de Beethoven: “… El canto alegre del que escucha un nuevo día…busca hermano mas allá de las estrellas…”. Tomados de la mano, nos vemos, y ella lentamente se acerca a mí. Sé que estoy en un momento definitivo, en donde puedo darle un abrazo, y seguir con nuestras vidas como ha sido siempre. Decido hacerlo, le doy un beso en la mejilla, lento, tierno, y la abrazo. Ella se ancla a mí con sus dos brazos alrededor de mi cuello, y la siento tan cerca que no logro definir donde esta ella y donde estoy yo. En ese momento estoy pensando lo que valoro la amistad de esta Mujer, lo que la he llegado a querer y lo importante que ella ha sido en mi vida –aunque ella no lo sepa-, lo que puede implicar un beso. Pienso que a estas alturas de la vida ya no vale la pena arriesgar tanto por tan “solo un beso”. La aprieto un poco más, y le doy nuevamente un beso en la mejilla. Le tomo su rostro con mis dos manos, y le doy un beso en la frente. Me mira fijamente y me abraza. Se queda envuelta en mis brazos, y trato de cubrirla con ellos. Me siento confundido. ¿Qué me pasa? Hice lo que mi racionamiento me dicto. Pero, ¿será que por la embriaguez del momento esto está sucediendo? ¿Será que soy solo yo y ella lo que busca es un escape?

Pasa una eternidad, y ella se empieza a separar. No quisiera que lo hiciera, pero se está alejando de mis brazos. Me toma la mano izquierda y empieza a acariciarla con suma dulzura. Luego, toma la mano derecha y hace lo mismo. Estamos allí, de pie, a la luz de la luna, frente a la fuente de la plaza, viéndonos uno a otro más allá de las pupilas. En ese momento, sucumbe mi raciocinio y poco a poco, conforme ella se acerca, yo la espero. Estoy claro que, no soy el adolecente irreflexivo de hace algunos lustros; estoy claro que si ella llega a mi no podre decir no, y que ese momento podría ser el hecatombe… o tal vez no. Me dejo llevar por ese murmullo que ella tiene en su semblante, y cuando sus labios tocan los míos puedo sentir como ella ingresa en mi alma, en mí ser mas intimo. Sus labios postrados en los míos, tiernos, suaves, lentamente se mueven para darme un beso y buscan ser correspondidos. Con cautela, empiezo a besarla, de igual forma. Su aroma a primavera esta más cerca aun; su ternura está envuelta en sus manos al acoger las mías. Su aroma de mujer entra por mis labios al estar junto a los de ella. Poco a poco, ese tímido beso empieza a perder la timidez y se empieza a desenvolver, y busca, desea un poco más. Luego de un tiempo que pudo ser unos segundos o varios minutos, nos separamos, temblando un poco, sonriendo, gozosos, de lo acontecido. En ese momento, se congela en mí su semblante, con esa cara redonda, hermosa, y sus ojos cafés observando a través de los míos. Su pelo en un corte que me eriza, el viento irrumpiendo su cabello y haciendo que ondule al vaivén de sus rugidos, sus manos más pequeñas que las mías sujetándonos. Pude sentir como ambos somos perfectamente imperfectos, y que ambos tenemos dolencias de carácter, defectos, ambos podemos ser explosivos, ambos podemos no ser el idóneo para el otro, pero también sentí que, ambos podemos hacer que el otro quiera ser una mejor persona por el hecho de estar juntos, y como ambos podemos llegar a complementarnos, amarnos y a mantener esa chispa a lo largo de los años para que, cuando lleguen los cabellos blancos, podamos caminar tomados de la mano, a la orilla del mar, escuchando el oleaje y sintiendo la arena en nuestros pies, y decirnos que hemos sido privilegiados de poder compartir nuestra felicidad con el otro. En ese instante, el ayer dejo de existir y el mañana es un estadío tan lejano que no vale la pena pensarlo. Solo existe ese momento, ese instante, ese lugar, esa sensación, donde nos hemos fusionado y donde he sentido su calidez de mujer.

Hoy, heme aquí. ¿Qué debo hacer?

Veo lo complejo de proseguir lo que proceda, pero no deja de repicar en mi corazón la pregunta: ¿y si ella es? No lo sé… lo vale…. Posiblemente.



lunes, 28 de noviembre de 2011

Día de Gracias


"Al principio me dejo triste tu mensaje pero luego me puse a pensar que este paso que estas dando es necesario para move on y empezar  a hacer paces con el presente y al final de cuentas estar triste no es malo y simplemente verlo como lo que es, una emoción de las tantas que tenemos en el repertorio humano y hay que dejarlas fluir, dejar que sigan su rumbo si juzgarlas...si apareció es por algo y ese algo es tu attachment con el pasado que hoy se esta rompiendo y tomando otra forma diferente a la que estabas acostumbrado.
Esto es solo una etapa, es una manera mas de reconocer que nada es fijo, nada es para siempre, que la vida es un constante cambio y hay que estar flexibles, listos, abiertos para que la transición hacia el cambio sea suave y nuestra vida siga su rumbo sin disturbios.
En un futuro, si esta fecha significa tanto para vos, podes continuar reuniendo a la familia y amigos, no tiene por que terminar acá. Este solo es un capitulo en tu vida, nada mas, tenes hoy y el resto de tu vida. Pero el hecho de haberte ido solo me pareció tan importante, como diciendole a la vida, esta bien, acepto que hay cambios y aunque no me gustan, es lo que tiene que ser y con esta cena te digo que vivo mi presente como yo lo quiero vivir y no me dejo llevar por la marea de las circunstancias".



jueves, 11 de noviembre de 2010

el camino

El camino de la vida nos lleva por parajes insospechados. Estos caminos me llevan por caminos que no quisiera recorrer. Algunos de ellos incluso me niego a pasar por ellos, porque me duele el alma. Algunos caminos me hacen sufrir.

He entendido que:
" Nunca en el breve tiempo de un dia
madura el fruto, ni la espiga grana,
el que con fe lucha y persevera
los mas grandes obstaculos allana".

Aunque algunos caminos con mucho tropiezo no los quiero pasar, me enseñan.... hoy he aprendido -de una dura manera- lo que es, por amor, anteponer a los demas antes que a mi.



martes, 24 de agosto de 2010

Hoy me puedo morir

Hoy, por primera vez, sin pensarlo, dije que hoy estaba listo para morir. Dije que si me dijeran que moriría, estaba listo.

 ¡Increíble!

Estoy listo….. no, no lo estoy. Lo medite, y concluí que no estoy listo. Sin embargo, dije que si… ¿Por qué?

Creo que ya entendí el dilema.

Nunca estaré listo. Nunca tendré mis cosas listas, nunca me abre despedido de quien quiero hacerlo, nunca habré dicho suficientes veces te quiero a quien debo, nunca pediré suficientes disculpas. Nunca estarè completamente listo.

Sin embargo, entendí que no debo de buscar estar listo. Hoy lo que sentí fue la disposición a no renegar de morir, y a sentirme que, con lo que he hecho a la fecha, sin querer la perfección, puedo morir en paz. No haría actos heroicos, no llamaría como loco a personas que tengo años de no ver o a quienes les debería dar una disculpa, no dejaría escrito mas instrucciones de que hacer a mi familia, no dejaría cartas a alguien para ser entregadas luego de irme. No haría alguna de estas cosas porque ya las hice, y lo que no he hecho…. Si vivo, podré hacerlo sin agobiarme, pero lo que tenía que hacer urgente, ya lo hice. Lo que falta, ojala lo pueda hacer, pero si no, estoy dispuesto a irme sin remordimientos porque lo que he hecho y lo que he dejado de hacer, me hacen sentir en paz… no estoy listo, pero estoy dispuesto a irme cuando me llegue el llamado.

Gracias por esta vida, puedo devolverla cuando lo quieran, la he gozado, me he equivocado muchísimo, y he acertado poco, pero ha sido mi vida, y me siento feliz de ello.

sábado, 26 de junio de 2010

Alimento espiritual

Sentí el placer de ver con mis ojos, y dejar que mi alma se alimentara.

Tuve la dicha de caminar por senderos a la orilla del lago de Atitlán, y llegar a un pequeño peñasco, en donde termina una bahía. Vi lo imponente del lago, la majestuosidad de sus montañas y volcanes, la pequeñez que representa cada cayuco que se desliza lentamente impulsándose con un pequeño remo, vi el cielo un poco mas azul de lo usual, y pude sentir la grandeza de Dios en su creación. Sentí el viento acariciarme, y casi pude escuchar el susurro de Dios diciéndome que eso lo hizo para mi... para ti.... para nosotros.

Al estar allí, me di cuenta que grandeza no es hacer "cosas grandes"; grandeza es poder disfrutar, con el alma, de cosas minúsculas, pero que te regocijar el alma y el espíritu.

Quiero sentir ese soplo de Dios nuevamente, quiero sentir la brisa en mi cuerpo, quiero sentir el sol en mi piel, y quiero sentir esa paz interna que tuve allí.


viernes, 30 de abril de 2010

Hoy he visto el amanecer. No deja de encantarme el momento en el que inician los pájaros a cantar. Al principio, timidamente, como que están terminando un sueño, pero poco a poco, empieza a subir el tono de su canto, hasta que llegan a un momento de frenesí, en donde todos cantan al unísono; es en ese preciso momento, cuando la noche oscura se rasga con los primeros rayos de sol que atraviesan esa noche oscura y el cielo deja su vestido negro y le da paso a un vestido gris, que poco a poco, junto al canto de los pájaros, va cambiando de color, pasando por un tímido naranja, y luego convirtíendose en un celeste intenso. Ese momento mágico de cada amanecer me sigue extasiando.